
En la escala del nanómetro, los ordenadores serán del tamaño de una aspirina. Se fabricara una nueva generación de materiales electrónicos y ópticos; cables cuánticos por los que podrán cruzar miles de canales de televisión. El agujero atómico que resulta de extraer un átomo de un material semiconductor podría usarse para codificar un bit. En una superficie de un centímetro cuadrado que contenga un cuatrillón de átomos, se podrá almacenar toda la sabiduría humana.
El cerebro humano le lleva una ventaja injusta a la tecnología: esta hecho de proteínas. Pero ahora la nanotecnología ya puede construir péptidos a medida. El bionanotecnólogo Boxer, de la Universidad de Stanford aseguró lo siguiente: “una vez que se hayan hecho realidad los interfaces entre las moléculas biológicas y los componentes electrónicos, se podrá pensar en el ordenador biomolecular, análogo en su funcionamiento al cerebro humano”.
Los ingenieros fabricaran nanorrobots capaces de viajar a través del organismo para, por ejemplo, reparar tejidos allí donde no llega el bisturí, o realizar misiones de búsqueda y destrucción de agentes patógenos. Recordemos a Isaac Asimov en este tema en “viaje alucinante” sobre viajar por el interior del cuerpo humano tomando fotos. En otra novela “Presa” de Michael Crichton, también construyen nanomáquinas no sólo para viajar por el cuerpo humano y tomar fotografías como un pacífico turista, sino con fines un poco más bélicos.

Otra aplicación con la nanotecnología son los fullerenos, moléculas puras de 60 átomos de carbono distribuidos en 20 hexágonos, y dotados de la simetría perfecta de un balón de futbol, se convertirán en los ladrillos de las nanofactorías. Fabricar estas moléculas cuesta lo mismo que cuesta hoy obtener el aluminio. Los mejores lubricantes del mundo podrían llegar a ser los fullerenos fluorados. El ordenador superconductor –el ordenador de la sexta generación- se basará en esta molécula balón.

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